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8ª entrega de relatos

23 septiembre 2007

Perdonad la tardanza, es que estoy muy liado con los estudios.


Siguieron hacia el norte hasta que llegaron a un acantilado. Desde allí pudieron ver
que no muy lejos de allí había un cráter en el que había algo con la forma del escudo roto.
-Vaya parece que tendremos que rodear éste acantilado -observó Gregory.
No mucho más lejos de allí encontraron un lugar en el que el terreno se aplanaba y, como más adelante volvía a elevarse el acantilado, decidieron bajar por allí.
Después de bajar se dirigieron al lugar en el que habían visto el cráter.
En efecto, era una de las partes del escudo de Dary.
¡Qué contentos estaban, habían conseguido una de las partes del escudo de Dary!
Ahora debían dirigirse al desierto de Habbet.
Volvieron a pasar por los sitios en los que habían pasado antes. Vieron a Garfuza y a sus amigos, pasaron por el santuario Dinsut, esta vez las trampas no se activaron porque detectaron que ya habían pasado. Pasaron otra vez por Caldem, volvieron a entrar en la taberna de Dirrel, que les dijo que el negocio iba mejor y que por ahora no cerraría.
Caldem ahora era una ciudad que estaba prosperando debido a que la gente de ciudades cercanas que estaban en guerra habían visto que como era mucho más tranquila, era mejor vivir allí.
Pasaron la noche en la taberna y, a la mañana siguiente, se dirigieron directamente al castillo del rey Duchpen y de la reina Terali.
Cuando llegaron, fueron recibidos con grandes ovaciones por parte de todos. Le entregaron el trozo de escudo al mago Birum.
-Muchas gracias, os estamos muy agradecidos -dijo Duchpen-. Pero ahora debéis ir a por último trozo del escudo de Dary.
Se dirigieron al desierto de Habbet.
-El desierto Habbet está hacia el sur. Antes de él, en nuestro camino están las ciudades de Corembell y Ziphord -dijo Gregory.
-Vamos hacia allí -dijo Mary.
Caminaron durante el resto del día. El paisaje había dejado de tener robles, hayas, castaños, ha ser encinas y alcornoques.
Descansaron al pie de una encina, y a la mañana siguiente, divisaron Corembell. Era una ciudad bastante grande. Sus largas y altas murallas protegían una ciudad muy bella.
No pararon a descansar, pues en su mente sólo había una cosa: Llegar a Ziphord y después al desierto.
Otro día caminando les llevó a Ziphord. Al contrario que Corembell, esta ciudad tenía muchos menos habitantes, porque a medida que se acercaban al desierto, había menos personas. Ziphord era una ciudad sin demasiadas cosas que merezcan ser contadas. Sólo se podía destacar el mercado del centro del pueblo.
Al salir de Ziphord, el paisaje cambió bruscamente. Ya casi no había árboles. Pero con sólo andar una hora desaparecieron los árboles y, ante ellos, estaba el desierto de Habbet.
Pasaron la noche cerca de un pequeño riachuelo que estaba cercano al desierto.


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La próxima semana: El escudo del caballero 8ª parte

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